El romanticismo, al igual que muchas construcciones de nuestra cultura, es patriarcal. Está fundado en la posesión, en la mitificación del felices para siempre, la pareja ideal y en la monogamia indispensable. La imagen del amor que conocemos, sitúa a la mujer en una posición de desventaja; nos convencen de que en el amor hay que sufrir, aguantar, renunciar, pasarlo mal y sacrificarse. Esas parecen ser las condiciones para el verdadero amor.
Como en el romanticismo, la monogamia también nos pone en una situación poco favorable. En muchas culturas, en dónde la poligamia está permitida, en su gran mayoría lo es, exclusivamente, para los hombres. En la sociedad occidental, si un hombre es infiel, dicha acción simplemente se justifica con que es un hombre, que eso hace parte de su naturaleza, por lo tanto las mujeres debemos esforzarnos para no perder nuestro marido, para mantenerlo motivado y enamorado. Ahora bien, si la responsable de la infidelidad es la mujer, esta es sometida al escrutinio público y no solo, no será justificada con su género, sino que será identificada como de una especie diferente. Una mujer que haya cometido una infidelidad, deja de ser una mujer para convertirse en una perra.
En el reino animal, del cual hacemos parte, se habla de dos tipos de monogamia: “La monogamia social: se refiere a un macho y una hembra que están espacialmente juntos, que se aparean y cooperan en tareas, como la crianza de los hijos. Pero esto no significa necesariamente que no tengan otras parejas para copular. Esa es una exclusividad que se llama “monogamia sexual”, y es mucho menos frecuente.” (@bbcmundo).
La monogamia sexual está ligada a la biología de determinadas especies, tiene mucho de supervivencia y poco o nada de romanticismo. Algunas de las razones por las que las especies monógamas mantienen esa conducta, son para garantizar el cuidado de las crías, para ahorrar fuerzas al evitar combates y el asegurarse una pareja cuando hay pocos ejemplares del sexo opuesto. Siendo honestas, muchas de esas razones se aplican a nuestra decisión de monogamia social. A la que además podríamos anexar concentración de la riqueza.
El pingüino de penacho amarillo, se encuentra con la misma pareja año tras año en el mismo punto de la playa de rocas, donde el proceso de fecundación se repite tras un ritual de apareamiento.
Cada generación replantea algunos de los conceptos básicos de la vida, según la realidad que enfrenta. Esto va desde, las nuevas formas de comunicación hasta las relaciones de pareja; los seres humanos nos movemos entre, matrimonios arreglados por nuestros padres y el poli amor. Entre esos extremos encontramos una amplia zona de grises, llena de relaciones en donde cada quien encuentra y se acomoda a lo que le convenga.
A pesar de lo anterior y nuestra capacidad de evolución, la infidelidad sigue siendo una de las principales conversaciones y razones de separación. Lo que nos lleva nuevamente a las dinámicas de la vida salvaje, en donde muchas especies recurren a la monogamia hasta que las crías son autónomas y abandonan el nido. Un simple mecanismo de supervivencia de la especie, no del género, que los llevó a adaptar esta conducta.
Mientras tanto, en la jungla Urbana…
Muchos hombres, para reafirmarse entre su manada, presumen de sus capacidades adquisitivas o de conquista, siguiendo el rol machista de “cuanto más tengo soy mejor / cuantas más mujeres, más macho”, muchos desarrollan una capacidad de manipulación sobre sus parejas atacando constantemente su autoestima para dominarlas, mantener la relación de poder, y así garantizarse una pareja base de Copulación, en vez de pensar en como lograr un pacto de convivencia mutuo en el que ambas partes ganen.
Afortunadamente son cada vez más las parejas unidas por un amor “sin romanticismo”, en cuyas relaciones además de la atracción, existe el compañerismo, la amistad y el trabajo en equipo. Nada que ver con una monogamia sexual obligada, es más un convenio de respeto mutuo y aprecio por la vida compartida, sin ataduras románticas de exclusividad, posesión y desigualdad.
Dicho todo lo anterior, vale la pena cuestionarnos:
- ¿Son la Fidelidad y la monogamia sinónimas?
- ¿Qué es la fidelidad?
- ¿Está la fidelidad relacionada estrictamente con el cuerpo o es algo más complejo?
- ¿Se puede desear a otra persona y seguir siendo fiel a tu pareja?
- ¿El deseo por otro ser humano se clasifica como infidelidad?
- ¿De dónde viene el deseo de estar con alguien más y por qué existe dicho sentimiento?
- ¿Puede ser reescrito el romanticismo?
Fidelidad en el diccionario tiene dos significados:
Firmeza y constancia en los afectos, ideas y obligaciones, y en el cumplimiento de los compromisos establecidos. Ejemplo: “la fidelidad en el matrimonio o las relaciones de pareja”
Exactitud o precisión en la ejecución de alguna cosa. Ejemplo: “la fidelidad de la imitación hizo difícil el descubrimiento del fraude”
La monogamia es una construcción cultural, no algo inherente a la especie humana y por ende no es la norma en muchas sociedades. Tenemos derecho a reconstruir las relaciones que queramos, no las que la sociedad espera que tengamos. Dejar a un lado las etiquetas y comenzar a abrir nuestras mentes y corazones, empezar a hablar de otro tipo de relaciones amorosas, basadas en el apoyo mutuo, el placer por encima del poder, el disfrute antes que los prejuicios, y la alegría de vivir.