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EL TIEMPO QUE VENDEMOS

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Naces, creces, te reproduces y mueres, eso nos enseñaron en la escuela. 

En mi caso la ecuación se desarrolló más o menos así: naces, aprendes a hablar, luego caminas, sigues hablando, aprendes a correr, no te callas, vas al colegio, te castigan por hablar, vas a un par de fiestas, hablas toda la noche, llegas a la universidad; a profesionalizar el discurso y sigues hablando. Te mudas de ciudad, nuevo círculo social, hablas sin parar, consigues un trabajo; en donde te pagan por hablar y finalmente te vas a vivir sola. Entonces, un día te despiertas y ya tienes 35 años. Así funciona: rápido y sin dolor.

Nos pasamos gran parte de nuestra vida esperando a que llegue la siguiente etapa de esta, para poder hacer las cosas que queremos. Muchas veces, pasan los años y nunca vemos el momento oportuno para hacer sea lo que sea que anhelamos. 

Muchas niñas sueñan con ser grandes para tener un esposo, casarse, tener casa propia, carro y un par de hijos. Y dedican gran parte de su vida en función a eso. Que fácil sería tener un objetivo tan claro… no me malinterpreten, respeto y admiro a esas mujeres; muchas de ellas logran todo lo que han soñado, y en muchos casos no quieren más porque no lo necesitan, ellas se han realizado como personas.

Para mí el tema es un poco menos claro. Cuando les mencionaba, en el primer párrafo, la lista de cosas relacionadas con lo que significa ser grande, es porque así lo recuerdo.  Cuando era una niña de 7 años, veía a las personas de 16 como “los grandes”, y a los que tenían 30 como adultos, eran los señores, incluso los recuerdo como los viejos. Ahora me disculpo con todos aquellos jóvenes de 40 años quienes …

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Hoy luego de dos años de haber empezado este escrito lo abro nuevamente, ni siquiera puedo recordar cuál era el punto a seguir, solo sé que fue un impulso de mis recién cumplidos 35 años. Hoy tengo 37 años y todo parece diferente, mi vida es muy diferente.

TRABAJO 

Hace dos años, cuando escribí la primera parte de este texto, tenía un trabajo estable; demasiado estable dirían algunos. Llevaba 10 años trabajando para la misma compañía. Durante ese periodo obtuve mucha experiencia, buenos amigos y muy poca plata. Algo con lo que muchos de ustedes pueden estar familiarizados.  

La ecuación era la siguiente: Me encanta lo que hago + estoy creciendo laboralmente + tengo buen relacionamiento + el salario emocional es muy alto = trabajé 12 años haciendo lo que me gusta, por menos dinero.

Llámenme idealista, pero siempre soñé que llegaría el día, sin que yo tuviera que pedirlo,  que mi jefe me llamaría y diría: “sabemos que debes ganar mucho más por el trabajo que haces, pero sobre todo por tu entrega, dedicación y profesionalismo, felicitaciones!, tu nuevo salario es…” pero no, eso no pasa amigos. O al menos a mí no me pasó. 

Las empresas en su gran mayoría son iguales, sobre todo en un país como el nuestro en donde priman los intereses de las compañías sobre los de los empleados. A pesar de lo anterior “debemos estar agradecidos”, porque te dan estabilidad. Esa idea de estabilidad que le metieron a mi generación en la cabeza. Sean buenos empleados porque la cosa está dura, háganse imprescindibles. Qué pensaría Steve Jobs de esta frase.  La anhelada estabilidad, esa que cada mes te garantiza la plata para el arriendo y viajar una vez por año. La estabilidad, que a su vez te da la tranquilidad cuando te aprueben un préstamo en el banco. Eso que hace que la gente te diga, ¡estás hecho!. 

Esa estabilidad está sobrestimada, por ella debes cuidar tu trabajo como si fuera lo más importante, como si fuera tu vida misma. Lo que quiere decir que tu verdadera vida debe quedar en un segundo plano para proteger tu empleo… y uno se lo cree, yo me lo creí. 

EL TIEMPO

Hoy tengo más tiempo para vivir y me descubrí sin saber qué hacer con él. Es triste porque siempre había pensado que con más tiempo podría hacer más cosas, ¿pero qué cosas?.

Esta mañana me encuentro en otro país, será la primera vez que vivo fuera de Colombia, estoy sentada al lado de una gran ventana, el ruido del camión de la basura se apodera del salón y yo estoy aquí tratando de construir una nueva rutina, pero estoy bloqueada. Creo que he trabajado tantos años para otros que no sé cómo trabajar para mí. Que triste se escucha eso, pero siento que al escribirlo saldrá de mi sistema y podré recuperar esa esencia que siento está dormida. Durante los últimos 15 años he ido castrando mi creatividad, la auténtica creatividad; esa la de los niños, la que te lleva a aprovechar el tiempo aprendiendo, experimentando, jugando, en este momento no recuerdo cómo jugar.

Me paso el día haciendo trabajos manuales que disfruto y me mantienen ocupada, leo un par de horas, procrastino otro par, hago 15 minutos de ejercicio, y a partir de este momento planeo finalizar cada escrito, que por “falta de tiempo” nunca terminé. Eso sonaría maravilloso en otro momento, en aquella época en la que no tenía tiempo para hacer lo que les menciono. Hoy en cambio veo esa lista cómo actividades irrelevantes, ¿por qué siento que estar escribiendo esto no es productivo?.

Este proceso lo quiero compartir con ustedes mis amigos, los cercanos y los no tan cercanos, este proceso de desaprender, de volver a encontrarme, de entender que soy más que una mujer trabajadora, que debo soltar el control y permitirme ser ayudada, ver el valor del tiempo en algo más que la consignación mensual del salario, entender que la vida no puede ser solo trabajar y vender tu tiempo, porque es eso lo que hacemos cuando trabajamos, hacemos una transacción de nuestro tiempo de vida por dinero. No tengo nada en contra del trabajo ya les expliqué, pero lo que sí me estoy cuestionando son los porcentajes de nuestra vida dedicados a ello.

En Colombia se trabaja 48 horas semanales = 192 mensuales aproximadamente, lo que nos da un total de 2,304 horas de trabajo al año vs. 768 horas que nos quedan libres para nuestra vida personal, si incluimos los 15 días de vacaciones serían 918 horas libres. Lo que quiere decir que dedicamos más de la mitad de nuestra vida adulta a trabajar, no sé a ustedes, pero a mí esas proporciones me parecen inadecuadas.

Muchas cosas están mal con la humanidad, y una de ellas es que muchos seguimos vendiendo nuestra vida para que unos pocos puedan vivir la de ellos.

Yuraima Acevedo, miércoles 29 de agosto 2018, Bruselas-Bélgica

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